Mi cabeza está puesta en mi cuerpo pero mi antena está más allá. No la ves y tampoco ves su transmición ni su luz. Tal como una equilibrista, danzo entre estar enrraizada y a la vez ligera. Es un trueno, una raíz eléctrica lo que me conecta y me siembra con aquello que aún no conozco pero que siento en todas las capas de mi piel.
Formas libres, liebres de la marcha, escritas en el cielo raso, pendulos danzantes en el horizonte. Se posan, se montan, se mojan. Suaves montañas de agua y de contorno, pincelan, plumean, burbujean, sólidas y abstractas, maceración de existencia blanda. Aspirada en el horizonte abierto, eres, la materialización de todas las cosas que pienso.
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