Catálogo de días bajos

    "Recuerdo el día que salimos del teatro la última vez. Caminábamos sin deseos de hablar de nada pero agarrados de la mano. Llovía pero no nos molestamos en resguardarnos. Era como si llegar al carro fuese una travesía de suma importancia que debía ser ininterrumpida. No nos mirábamos. Al caminar, me fijaba en la ciudad y en su ritmo. Esta pequeña ciudad figuraba como un pequeño monstruo que nos tragaba poco a poco y nos hacía volcarnos a su ritmo de tren bala. Cuando se vive a esa velocidad no hay tiempo de parar y fijarse en la vista o reflexionar sobre el camino recorrido. Nos reconocí tan vacíos, tan inertes en aquel gesto de agarrarnos de la mano porque sí. Entonces comencé a soltar tu mano poco a poco. Entendiste el gesto rápido y la dejaste ir. Sacaste tu celular y adoptaste gesto de estar haciendo algo importante. Yo continué mi marcha notando tantas cosas de aquella ciudad y a la vez sintiendo una muralla eregirse entre los dos. ¿Cómo abría de detener tu rumbo para molestarte con tales sutilezas? Vives en un plano tan físico. Yo vivo en las nubes. Eres tan práctico. Yo tan azarosa. Acompañas tus actos con metodología. Yo improviso el libreto en la marcha.  No se si estas cualidades que por momentos parecen complementarnos terminen por establecer una notable brecha. A la vez, tengo esta fe tan ciega por lo que tenemos. Pero no puedo seguir fundamentando un rascacielos sobre columnas de sal."

Al terminar de leer la carta que había encontrado en su mesa de noche se sentó un rato. La hizo una bola y la sostuvo en su mano apretándola. Luego la abrió, la dobló y la metió entre las páginas de un libro. Caminó a la cocina donde ella estaba. No le dijo nada. 
       

        

Comentarios

Entradas populares de este blog