Al niño de la luna menguante me encomendé sin saber que me llevaría siempre a dónde ya ha estado. Y yo, niña de las cosas que no se quedan, me senté a su lado a ver su vida pasar otra vez.
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Hoja que vas por el aire, libre, sin rumbo, serena y disuelta, podrás acaso, llevarte en tu vuelo, toda la incertidumbre que me visita luego del café?
Que nada dure. Que sea la vida perennes instantes, destellos de presagios, un tunel de luz bailando a toda velocidad. Sentir en pleno, en carne roja, siempre sangrante. Una honda bocanada. Un salto.
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