Historia de una puesta del sol

A media hora de que el sol se extinguiese hasta el otro día, me figuré transeúnte de la extenuada ciudad. Me hice un bagaje de todas las cosas que quedaban tiradas en la acera. Unas se escurrián de las lágrimas otras simplemente saltaban de corajes y caprichos no resueltos. De las que más se llenó la maleta fueron de apretones de pecho y nudos en la garganta ocasionados por desilusión.
 Un atardecer en la ciudad es como un conglomerado de pequeñas muertes dirigidas por el sol ahogándose en el horizonte.

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